Leer nos enriquece la vida. Con el libro volamos a otras épocas y a otros paisajes; aprendemos el mundo, vivimos la pasión o la melancolía. La palabra fomenta nuestra imaginación: leyendo inventamos lo que no vemos, nos hacemos creadores.
José Luis Sampedro

lunes, 9 de mayo de 2011

Realidades soñadas

“Llueve” Pienso mientras veo las gotas cristalinas de la lluvia rodar alegres por el gélido vidrio de la ventana del autobús. Llueve de la misma forma que el día en que descubrí Unie. Y lo más importante, el día en que descubrí a Lásk. Lo echo de menos. Intento borrar estos pensamientos de mi mente antes de que las lágrimas me caigan por las mejillas. De pronto noto una presencia a mi lado, me giro bruscamente secándome los ojos mojados. Es Janet, mi mejor amiga, ha dejado a medias una conversación y temo que sus oyentes han quedado un poco molestos, pero a ella le da igual. Su largo y estirado pelo rubio vuela al ritmo de cada paso que da por el estrecho pasillo del transporte escolar. Las dos somos bastante blancas de piel, pero sus mejillas rosadas acompañadas por unas suaves pecas encima de la nariz recta y perfilada, la hacen parecer una muñeca de porcelana. Se sienta a mi lado y me rodea con un brazo. 
-Es por Lásk, ¿verdad?- Pregunta. Parece como si hubiera podido leerme el pensamiento. Me conoce muy bien. Compartimos todas nuestras emociones y aventuras. Hace mucho que somos amigas y con nuestros 17 años de edad ya hemos aprendido a entendernos con solo mirarnos.
-Sí- respondo, tal vez con un tono un tanto decepcionado e intento disculparme con la mirada. Mis ojos marrones caramelizados se cruzan con los suyos, verdes como la hierba mojada del amanecer en los valles de Unie, donde lo conocí. El único ser en el mundo capaz de entenderme, de hacerme sentir especial, segura, confiada. El único capaz de darle un sentido a mi vida y sacrificar la suya por mí, solo por amor. Una lágrima baja por mi mejilla y estalla en mi muslo.
-No te preocupes Ann, lo volverás a ver, te lo aseguro.- Para consolarme me da un abrazo y se queda conmigo el resto del camino hasta el instituto. Me cuenta chistes y anécdotas suyas para animarme. Intento reírme, pero mis labios solamente son capaces de dibujar una extraña mueca que intenta ser una sonrisa poco convincente, pero Janet no se rinde.
-En clase de historia me siento al lado de la ventana. Me gusta sentarme allí porque me siento aislada del mundo, solamente me acompañan mis pensamientos.
-Intento prestar atención a la clase, pero los recuerdos son más potentes y dejo volar mi mente a través de la ventana, pensando cómo pasó, cómo pudo ocurrir, por qué precisamente tenía que ser yo la que abriera aquella puerta.
-Nos acabábamos de mudar a una casa lejos de la gran ciudad para respirar aire puro, pues el médico le había recomendado a mamá  escapar un poco del estrés de la gran ciudad, del humo, de los coches, etc. La casa era bastante grande, con 4 cuartos, una cocina con suficiente espacio, un comedor más bien antiguo pero agradable y cálido, una sala de estar con un gran ventanal y un enorme despacho.
-Después de cenar yo me encontraba en mi habitación, en la cama, sentada con las ventanas abiertas de par en par, las cortinas blancas volaban al ritmo del suave viento, al igual que mis ondulados cabellos marrones.
-El cuarto estaba muy desordenado, todas las cajas con mis cosas estaban tiradas y algunas, con la ropa, medio abiertas, pero esparcidas por el suelo. Me las miré durante un rato, y en mis adentros pensé mejor ya lo ordenas mañana.
Pasado un rato oí un ruido que me llamó la atención. Era duro, pero a la vez sutil. Aguanté la respiración con tal de oírlo mejor. Era un sonido irregular, como golpeante. Me levanté sigilosamente de la cama y una vez de pie me quedé quieta, como una estatua. Todavía se oía. Me dirigí a la puerta del cuarto guiándome por el  -Aquella tarde, cuando ya empezaba a oscurecer, me fui al patio a leer un poco. Allí estaba, sentado en un árbol. Sus cabellos ondeaban con el viento y me senté a su lado.
sentido del oído y la abrí. Delante de mí la pared forrada de papel granate con rombos. El cuadro, las otras 3 puertas. Todo normal. Pero el pasillo era mucho más largo. Al final de éste, una puerta desconocida de color azul. Me acerqué a ella sigilosamente y escuché. Los latidos de mi corazón se mezclaban con los golpes de detrás de la puerta, quizás por el miedo a lo desconocido o por la curiosidad. De pronto los golpes cesaron. En la puerta había una frase grabada: Si abres la puerta sabes que a los misterios de tu co... No se podía acabar de leer, aquella parte estaba gastada por el paso de los años. Colgando de un hilo rojo en el mango de la puerta había un sobre diminuto con algún objeto dentro. De pronto desperté. Ya era de día y la lluvia había cesado. Tenía un dolor de cabeza terrible pero el dulce olor a hierba mojada me lo calmó un poco. Me incorporé, pero casi  me vuelvo a tumbar cuando me di cuenta de lo que tenía en la mano derecha. El mismo diminuto sobre que estaba colgado de aquella misteriosa puerta azul. Me levanté de un salto y salí de la habitación, pero, nada en absoluto. La puerta no estaba. Fui directa al baño y me miré al espejo. Tenía todos los cabellos enmarañados y los ojos un poco cansados, aunque sin las características de la fiebre. Me mojé la cara un poco y me di cuenta de que estaba temblando. Me di una ducha de agua fría y cuando terminé  me dirigí a mi cuarto. Me vestí con lo primero que encontré y  me senté en el escritorio. Abrí el sobre lentamente. Dentro de él había una pequeña llave antigua de hierro atada a un hilo que me colgué al cuello y una nota. La nota decía: No todo es lo que parece, confía en tu corazón. Aquella frase me hizo pensar. Aquel día no estuve muy pendiente de las labores de casa y mis padres se empezaron a preocupar.
-No me pasa nada- les repetía insistentemente . Yo sabía que mi madre no se lo acababa de creer, pero no le dio más vueltas.
Llamé a Janet para contárselo, pero evidentemente no me creyó.
-Anda Ann, por favor, lo que te conviene es una tarde de tiendas conmigo.- Ésta fue su respuesta- ¿Qué te parece a las 4 en la plaza? - Y esta era la excusa para que me olvidara de esto.
-De acuerdo . Allí estaré- La verdad es que me apetecía olvidarme del tema aunque fuera por un rato.
Me reuní con Janet a las 4,  tal y como habíamos acordado.
-Anda. -Dijo cuando me vio- ¡Qué llave más chula! ¿De dónde la has sacado?- Como sabía que si le volvía a explicar mi sueño no me creería, le dije:
-Me la dejó mi abuela y la he encontrado en una caja de las de transporte.- Sí, es bastante creíble. Me dije para mis adentros.
-Ah, pues es muy bonita.- Y esbozó una de aquellas maravillosas sonrisas suyas que, por muchos años que practicara nunca conseguiría tener una igual.
-Paseamos durante mucho rato, entrando en tiendas y bares, o  simplemente caminando. Durante todo aquel rato tuve una extraña sensación. La misma sensación que se tiene cuando alguien te mira durante mucho rato hasta que te das la vuelta, con la única diferencia de que cuando me giraba solamente veía caras de personas fijas en los escaparates o en sus acompañantes. Cuando me volvía a girar hacia delante volvía a tener la extraña sensación. De reojo pude divisar a un chico de mi edad aproximadamente que se escondía de algo, intentaba disimular pero le salía fatal.
-Janet- susurré a mi amiga- creo que nos están siguiendo.- Se giró bruscamente pero ya no había nadie.
-Te lo habrás imaginado. ¿Qué te parece si vamos a tomar algo?
Está bien.- No tenía ganas de ir a un bar, pero discutir con Janet es perder el tiempo. Nos sentamos en la terraza, pues el tiempo había cambiado y ahora se elevaba en el cielo un espléndido sol. Janet se había ido al baño y me había dejado sola con mi coca-cola .
-Bebí un poco de mi refresco, tiré la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Era muy agradable.
-Por la noche, cuando volvía a casa pasé por el parque, estaba oscuro pero con las farolas encendidas. Esto hacia de aquel paisaje urbano uno muy hermoso. Me senté en un banco y me detuve a contemplarlo. De pronto un chico se sentó a mi lado, era alto,de mi edad aproximadamente, con el pelo rubio y rizado. No le podía ver los ojos pues la sombra de su flequillo se los tapaba. Me miró, me alargó una rosa roja como la sangre y me dijo:
-Ya nos veremos, Ann. - después de decirme esto, se levantó y se marchó confundiéndose con la penumbra del parque.
-No me lo podía creer. ¿Me había vuelto loca?
Cuando llegué a casa me senté al lado de la ventana y observé la rosa del chico misterioso. Me dormí y soñé. Soñé con la puerta. La abría con la llave que tenía colgada en el cuello y me adentraba en una inmensa oscuridad. Estaba perdida, pero de pronto, al fondo, una luz. Me desperté con el sonido del timbre de la puerta. Mi madre abrió y oí unas voces desconocidas. Una vez vestida me dirigí a la sala de estar donde se habían reunido mis padres con los desconocidos. Allí estaba el chico de anoche. Casi me da un infarto cuando le veo. Me miró sorprendido, pero luego su expresión fue de desprecio.
-Mira Ann, son los nuevos vecinos. Viven en la casa de al lado.- Dijo mi madre. - Son la familia... ¿Cómo?
-Styn-  respondió la mujer más joven. El chico no se dignó ni a mirarme y mantuvo   la expresión seria durante todo el rato.
-Hola.- dije – Encantada de conocerlos. - Como no obtuve respuesta me subí a la habitación.

-Hola.-Le dije- ¿Te importa?- Acto seguido me senté a su lado.- Gracias por la rosa de anoche, fue un detalle muy bonito por tu parte, pero ¿cómo sabias mi nombre? Y por curiosidad, ¿tú como te llamas?- Me miró a los ojos. Eran increíblemente azules.
-Lásk – Su respuesta fue tan directa y seca que me dispuse a marcharme, indignada. Me cogió de la mano, me paró en seco y me dijo:
-Hay cosas que es mejor no saberlas, Ann – me solté bruscamente y me fui por el mismo camino por donde había venido.
-No me lo podía creer. Lo acababa de conocer y ya me estaba dando órdenes. Yo intentaba ser su amiga y él me mostraba desprecio. “No le pienso hacer ni caso” me dije a mí misma.
-Aquella noche no pude dormir. Por más que lo intentaba no podía. Alguien tiró una piedra a mi ventana e hizo que todavía me despertara más.  Miré a través de ella. Era Lásk. Bajé de inmediato pues quería decirle cuatro cosas.
-Ann, ven conmigo. Es importante. Debes saber muchas cosas. Por tu bien.- Me estiró de la mano, pero cuando se disponía a llevarme con él me solté.
-¡No pienso ir contigo a ninguna parte! - le dije con la rabia más profunda de mi corazón.- Nos acabamos de conocer y ya me estas dando órdenes. No te has dignado ni a saludarme. Y, ¿a que diablos vino lo de la rosa de la otra noche? 
-Soy tu protector, el encargado de que no te pase nada. Ann, eres la única que puede entrar en el mundo de Unie.- Me quedé un poco paralizada al oírle decir eso. Casi me echo a reír, si no fuera porque su expresión era muy seria. Hablaba en serio.
- Has tenido los sueños, ¿verdad?- Asentí lentamente. - Mira Ann, tú y yo nos conocemos desde hace tiempo. Cuando eras una niña también tuviste estos sueños, conociste a una sombra como yo.
-¿Un sombra? - tenía que asimilar todo lo que me decía.- Lásk, explícate, te lo ruego.- Nos sentamos en un tronco viejo, bajo la luz de la luna.
-Mi familia se llama Stín porque significa “sombra” en la lengua muerta de Unie. - Cogió aire y continuó su relato. Me contó que Unie era un lugar de paso entre los dos mundos, el nuestro y el de los sueños. Pocas personas tenían la capacidad de entrar en él y esta generación era la mía. También me contó que antes de él también hubo otras sombras. De pronto Lásk se quedó paralizado y miró en dirección a la luna, como si pudiera oír lo que ésta le decía. Se levantó y se fue.
-Ann, mañana aquí, a la misma hora.- Me besó la mano y se fue.
-A la mañana siguiente estaba impaciente por verlo y que me acabara de contar la historia, aparte, creo que empezaba a sentir algo por él. No sé si se trataba solamente de amistad o sentía algo más. Me fascinaban sus ojos, su manera de hablar, sutil pero dura a la vez. Las veces que lo vi lo saludé pero él no me respondió, seguía manteniendo su expresión seria. “No lo entiendo, ¿cómo puede ser así?”. Aquella noche nos volvimos a encontrar en el tronco. Me habló del mundo de Unie. De las generaciones pasadas. Las conversaciones cada vez me fascinaban más. Había veces que no lo escuchaba, solamente lo miraba. La expresión en sus ojos era tan satisfactoria que con solo vérsela podía adivinar de qué hablaba. Me sentía bien a su lado a pesar de que por las mañanas o en sitios donde estuviéramos a la vista de la gente no me hablara. Muchas veces me decía “ Ann, ¿qué sientes por él?” No lo sabía. Hasta que una noche todo cambió. Estábamos como siempre sentados en el tronco pero él estaba muy callado.
-Lásk, ¿que te ocurre? Estás distinto. Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea.- Me miró a los ojos. Tenía los cabellos despeinados como siempre, pero aquella vez su mirada era distinta, en ella se reflejaba preocupación.
-Nos marchamos. - Aquella respuesta me rompió el corazón en mil pedazos. - Debo protegerte y hay más sombras que te buscan. No pueden notar tu presencia pero sí la mía. Cuanto más cerca de ti esté más en peligro te encuentras. No podría perdonarme que te pasara algo.
-Pero no puedes irte sin más. Te echaré de menos.
-Estaré contigo cada día que pase. - Las lágrimas se me estaban a punto de caer de los ojos cuando él me cogió de la barbilla y me besó. Fue un beso de despedida y una declaración de amor a la vez.
-Miento si os digo que aquella fue la última vez que le vi. Al cabo de unos días volví a la puerta azul de mis sueños. La abrí y allí estaba él de pie en un prado verde y frondoso. Me rodeaba con sus brazos y desprendía un olor a hierba mojada y a menta fresca. Nos mirábamos y nos deshacíamos en un beso largo y delicado. Me regaló una rosa, como el día en que nos conocimos. Ésta era aún más bonita, roja aterciopelada, y deprendía un olor buenísimo. De pronto una fuerza me arrastró a la realidad y me di cuenta de que todo lo he soñado. Lásk ya no estaba.
-Me levanté decepcionada, pero de pronto una sonrisa me iluminó la cara. En la mano derecha tenía una rosa roja aterciopelada y con olor a hierba mojada y menta. “Te echaré de menos”.
-Bajo mi mesa ,en clase, encuentro una nota. La leo. Cuando no sabes si llorar o reír, haz las dos cosas a la vez.
-En la nota decía:  Si abres la puerta sabes que a los misterios de tu corazón te expones.
-Era la inscripción completa de la puerta de mis sueños.
Clàudia Cobos (2ESO) Primer premio. Categoría A. Prosa. Lengua castellana

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